Un gato, asomado en su gatera, nos recibe al llegar al molino de Balea. Lo de Balea por lo visto viene de una familia que vivió allí a los que llamaban Valea.
De todos los molinos de la Ruta es el que mejor se conserva.
Este molino, y los cuatro que hemos dejado atrás, aprovechaban el mismo canal que desviaba el agua del rego de Fontecova.
A partir de aquí el camino se ensancha y se va por una pista.




